sábado, 16 de enero de 2016

Una vida dedicada a superarme.

Tras 25 años dedicado al mundo del deporte, uno a veces piensa en su trayectoria, su margen de mejora y su devenir.
Yo soy consciente de que ya no viviré del deporte, ni muy probablemente mejoraré, pero firmo por mantenerme varios años más así.
El deporte no es lo más importante del mundo, faltaría más, ni el universo gira en torno a mi estilo de vida, pero van muchos años calzándome unas zapatillas y acomodando mis horarios en torno al mismo.
Décadas enteras yendo y regresando en ese tiempo particular que mide mi cronómetro, debatiéndome desde el segundo 0 hasta la frontera de mi fatiga.
En cierta manera, me reconcilia con el mundo.
 El atleta, incluso el atleta ocasioal, es un jornalero que adora su jornada, es un galeote feliz, un asalariado generalmente sin salario, a menos que tengas el placer de vivir de esto.
Este deporte va dedicado a esos románticos que mueren enamorados de su anónima misión deportiva,  si me lo arrebataran clamaría justicia para que me dejaran cumplir con mi calendario de carreras, incrustadasen fechas, lugares y distancias donde volverse un poco mejor.
Protegería el encaje de bolillos de mi plan de entrenamiento milimétricamente adaptado a mis obligaciones laborales y domésticas, y lucharía por mi derecho a sentir otra vez la velocidad de mis cambios de ritmo, de mis puertos de montaña, el oasis de mis recuperaciones, el trote suave tras unas buenas series, que sólo recordaré YO en esos atardeceres por caminos perdidos.
Y con todo mi ímpetu pugnaría por evitar que llegara el entrenamiento posterior.
Sólo por el quebradero de cabeza, sólo por obligarme a decidir, me buscaría la vida para burlar la retirada. No importa que llegaran lesiones, enfermedades o privaciones, daría como siempre batalla, me convertiría en un vendabal de supervivencia y lo haría igual que un corazón roto se resiste al pensar que no habrá un mañana, que se termina lo bueno cuando más te estaba gustando.
Nunca pensé en luchar por unas olimpiadas pero me ha ayudado a mantener el equilibriio en este mundo de arenas movidizas.
 Con el deporte me he divertido mucho, he conocido a mucha gente,muchos lugares, he viajado, he adquirido un hábito que me enorgullece, donde tras unos cuantos de miles de kilómetros, estoy descubriendo la verdadera fórmula de mi cuerpo y mi felicidad, de estar sintiendo la vida y las emociones por cada poro de mi piel.
 Lo que siempre me acompañará serán mis sensaciones, mis Victorias, ese olor a asfalto húmedo,.....
Porque entreno, luego existo.
Entreno porque si parase mi historia no sería mi historia, entreno para construir un estilo de vida sano y saludable, una obra íntima que seguiré construyendo mientras me acompañe la salud para alcanzar entre jadeos y sudores el estímulo que ningún sedentario conoce, esa plenitud que se siente al volver fortalecido tras una sesión del adorable infierno que existe en el límite de mis propias fuerzas.